La enseñanza del Yoga
En realidad un profesor de yoga hace mucho más que “enseñar”, incluso me atrevería a decir que eso es lo que menos hace. Un maestro de yoga es una figura comprometida y capaz de motivar la transformación de sus alumnos, de darles la guía y herramientas adecuadas para que ellos reconozcan su propia maestría.
Es una profesión preciosa que te brindará una enorme satisfacción y realización. Pero muy pocas formaciones te preparan realmente para ello. Como en todos los ámbitos, al final son tu propia experiencia y las situaciones que vas enfrentando, las que te permiten crecer y mejorar en tu profesión.
Yo comencé como todos, preocupada de caer bien, de que a la gente le gustara mis clases, etc. Al principio es normal que te inquieten cosas como calcular bien los tiempos, o recordar el nombre de los asanas. Es como cuando aprendes a conducir y sólo puedes concentrarte en cambiar bien las marchas.
Con el tiempo surgen temas más profundos y complejos. Aparecen situaciones que te retan y te llevan a revisar el modo en que te relacionas con los alumnos o la necesidad de establecer límites personales. Y ahí debes darte cuenta de que este no es un trabajo cualquiera.
Yo por suerte llegué enseguida a Kundalini Yoga y recibí todas estas enseñanzas en su formación. Tras haber pasado por varias escuelas, era la primera vez que alguien tocaba este tema, tan fundamental.
Todo el mundo puede llegar a conocer y enseñar las posturas, pero pocas personas llegan a ser maestros. A veces ocurre por falta de iniciativa o voluntad, pero otras por puro desconocimiento. Conozco a muchas personas que tienen las mejores intenciones, y que practican de forma comprometida, pero que finalmente abandonan por la frustración que supone enfrentarse día a día a todo lo que conlleva la enseñanza.
Ética y responsabilidad
Como maestro tienes la responsabilidad de enseñar con tu ejemplo, debes ser aquello de lo que hablas. La gente va a confiar plenamente en ti y cualquier cosa que digas o hagas va a tener un fuerte impacto en todos ellos.
Por ello lo mejor que puedes hacer es mantener una práctica constante. Practicar yoga diariamente te mantendrá elevado, consciente y en contacto con tu intuición. Te dará el coraje, el calibre y la sensibilidad necesarios para hacer frente a cualquier desafío.
Y es que como maestro de yoga debes mantenerte neutral en todo momento, compasivo y tolerante. Debes motivar a los alumnos para que sientan el deseo de mejorar, de comprometerse. Debes ofrecerles otra forma de ver el mundo, de relacionarse con sus problemas y de salir de sus limitaciones.
Tu papel va mucho más allá de ser su amigo y hacerles las cosas fáciles. Esto es algo que cuesta a muchos profesores porque tenemos la falsa creencia de que siendo espirituales debemos decir a todo que sí y tenemos que hacernos cargo de los problemas y dificultades de todo el mundo.
Yo con el tiempo he aprendido que como profesor lo mejor que puedes hacer es ayudar a las personas a ser más fuertes y superarse, jamás alimentar sus limitaciones ni situaciones personales, porque sólo potenciará su sentimiento de víctima. Debemos darles poder, no quitárselo.
Del mismo modo jamás deberías potenciar que los alumnos dependan de ti. Acepta que tengan su propio camino, y que en un momento dado practiquen con otros profesores. Anímales a practicar solos, que descubran por sí mismos. No les des todo hecho y masticado. Aprenderán mucho más si el esfuerzo lo realizan ellos, y tú no te verás tan sobrecargado.
Ten en cuenta que cuanto más des más te van a exigir, somos así por naturaleza. Mi consejo es que establezcas unos límites muy claros y los mantengas firmes. Puedes hacer excepciones, pero la excepción no puede ser la norma.
Te encontrarás con que la gente te pide toda la música que pones, los ejercicios que has hecho, querrán recuperar o incluso pagar cuando a ellos les venga bien sin ni siquiera darte opción. Y todo esto puede hacerte sentir infravalorado, desmotivado y puedes llegar a abandonar. Nos ha pasado a todos y a ninguno nos gusta tener que lidiar con todo esto, pero forma parte. Y puedes aprovecharlo para tu crecimiento personal.
Por ello te recomiendo mantenerte en contacto con las enseñanzas, a través de la práctica y del estudio continuo.
El maestro como aprendiz y eslabón
Un maestro necesita ser lo suficientemente humilde como para reconocer que nunca terminamos de aprender. De hecho yo creo que en una clase de yoga aprende mucho más el profesor que los alumnos. Yo he llegado a percibir como los alumnos reflejan mi estado de ánimo. Muchas veces piensas que ellos están inquietos o desconcentrados, y en realidad quien necesita centrarse eres tú mismo.
Si eres capaz de reconocer que la clase es un espacio de conexión total, podrás salir de esa idea en la que únicamente tú vas a contarles o darles algo. En este modelo te creas la falsa creencia de que les das porque sabes, lo cual alimenta tu ego y tu inseguridad. Porque ellos si no aprenden van a responsabilizarte a ti, que es quien debería darles el conocimiento.
Hay tres grandes maestros que me han marcado en cuanto a la enseñanza del yoga. El primero, Mark Stephens, afirma que la única responsabilidad de un profesor es conectar al alumno con su propio maestro interior. Esto ya te libera de mucha carga, a la vez que abre la vía a la espiritualidad. Cada alumno es responsable de su propio proceso, no te engañes creyendo que su evolución está en tus manos. Tú puedes guiarles y crear las condiciones más favorables posible, pero el resultado no tiene nada que ver contigo.
En la misma línea Yogi Bhajan, maestro de Kundalini Yoga, nos da un gran consejo a los profesores y es: “Pon a Dios a trabajar por ti”. Si honras y reconoces la dimensión espiritual de tu trabajo no cabe la posibilidad de fallar. Desaparece el miedo, la inseguridad, el ego,… Puedes abrirte a enseñar y compartir desde tu persona, sin involucrarte de forma individual. Es lo que Yogi Bhajan llama ser “personalmente impersonal”.
Y finalmente Ramdesh Kaur nos da uno de los mejores consejos, y es tómate las clases en serio, pero no demasiado en serio. Permítete ser tú mismo, disfrutar de tu trabajo y conectar de forma real con las personas. Diviértete y no busques la perfección, porque por mucho que quieras, siempre habrá algo que escape a tu control.