Hoy vamos a descubrir un nuevo error a la hora de respirar, conocido como la respiración congelada. Este fenómeno no sólo está relacionado con el frío, sino también con el miedo y el perfeccionismo.
Podrás conocer sus causas y cómo se manifiesta en el cuerpo, para que una vez identificada, puedas evitarla y mejorar así tu salud y bienestar.
Te contaré todo lo que necesitas saber sobre ella, y para entrar en calor, haremos juntos una meditación con la técnica de la respiración de fuego. ¡No te la pierdas!
Contenido:
- La respiración congelada. Minuto 10:19
- Causas
- Cómo corregir el patrón
- Meditación: calentamiento con respiración de fuego. Minuto 19:16
Transcripción:
Retomamos el tema de los errores de la respiración, ya que desgraciadamente, son muchas las formas en que nos privamos a nosotros mismos de los enormes beneficios que nos da una respiración completa, relajada y profunda.
Solemos vivir deprisa, preocupados, manteniendo a la vez malos hábitos y posturas, y todo ello nos lleva a respirar de forma incorrecta, afectando negativamente a nuestro cuerpo y nuestra mente.
Es lo que sucede con el error del que te quiero hablar hoy, algo muy habitual, así que presta atención, porque será fácil que puedas identificarlo en tu propio cuerpo, ya sea de forma puntual, o más continuada.
La respiración congelada
La respiración congelada toma su nombre del efecto que el frío tiene en nuestro cuerpo y respiración. Más adelante veremos que en realidad las bajas temperaturas no son la única causa, ya que también se relaciona con las emociones, pero, de momento, para entenderla, quiero que imagines cómo te sientes cuando hace frío.
Tu cuerpo se tensa, los músculos se contraen, tu postura se encoge. Buscas replegarte para ofrecer la mínima superficie de tu cuerpo al exterior, para no perder el calor, pero esto hace que tu respiración sea mucho más pobre y superficial, debido a toda la tensión a la que está sometido tu cuerpo.
Donna Farhi lo explica muy bien en su libro The Breathing Book, dividiendo el cuerpo en dos capas, una interna, y otra externa.
En el ejemplo anterior, en relación al frío, la capa interna sería la que genera y mantiene el calor, y la externa la que se repliega para protegerlo.
Siempre hablamos de la profundidad de la respiración en base a la expansión de los pulmones, normalmente en términos de arriba y abajo. Sabemos que si la respiración se queda muy arriba, en la parte superior de los pulmones, es de baja calidad y crea tensión. Mientras que si llegamos con nuestra respiración bien abajo, hasta el diafragma, será una respiración de mayor calidad.
En algún episodio de este podcast hemos hablado de cómo la respiración va más allá de los pulmones, y de cómo estos además, se expanden en todas direcciones. Es importante que mantengas esta idea contigo, y que te permitas sentirlo en tu propio cuerpo, ya que hoy tenemos que hablar de la respiración de una forma distinta a la que estamos acostumbrados.
Y es a través de las dos capas que te mencionaba antes. Por lo que hoy debes observar todo cuerpo mientras respiras, y quiero que lo hagas sin ningún tipo de prejuicio o de idea preconcebida. Permítete simplemente sentir, y observar con la mayor honestidad posible.
Podrás identificar una parte interna, que es el núcleo donde nace la respiración, que se mece y expande junto a ella. Se trata de una capa blanda, frágil y sutil. Y podrás reconocer una segunda capa en el exterior, formada por el sistema musculoesquelético, más firme y densa que la anterior, que sirve para protegerla, como si fuese un recipiente que la contiene.
En una respiración normal, ambas capas trabajan y se mueven al unísono. La capa interior transmite su movimiento a la capa exterior, que se adapta a la oscilación de los órganos y tejidos internos, y responde con la expansión de los músculos externos y la piel.
Esto es lo ideal, pero no siempre ocurre así. Hay veces en las que la capa externa no responde, y es lo que da lugar a lo que se conoce como respiración congelada. Precisamente porque el exterior del cuerpo se queda bloqueado, en tensión, como cuando tenemos frío.
Esto obviamente repercute en la respiración, ya que el movimiento se ve limitado, encuentra un obstáculo a mitad de camino, y no se puede completar todo el recorrido.
Desde el exterior no se aprecia ningún movimiento, el cuerpo permanece rígido, como cuando la ropa te está pequeña, o la tela es demasiado firme. Seguro que has sentido lo incómodo que es alguna vez, y cómo se limita el movimiento.
Pues lo mismo ocurre en tu propio cuerpo cuando mantienes demasiada tensión en los músculos, y haces la respiración muy pequeña dentro de ti. Ambas capas se disocian, el cuerpo queda aparentemente congelado en el exterior, mientras que en el interior aparece una gran fricción.
Causas de la respiración congelada
Como te he dicho antes, este patrón puede aparecer cuando tenemos frío, ya que la respuesta natural del cuerpo es contraerse, pero además hay otra serie de causas muy interesantes, y más difíciles de reconocer, por lo que vamos a detenernos en ellas, para ver si te resuenan.
Una de ellas es el miedo, especialmente cuando se ha mantenido durante un largo periodo de tiempo, o se han vivido situaciones traumáticas. Esta respiración suele surgir en personas que han padecido cualquier tipo de abuso, trauma o situación devastadora en sus vidas.
Este tipo de experiencias y de emociones también lleva a replegarse, tanto física como emocionalmente. A veces la postura denota vergüenza, y otras es simplemente una estrategia para no sentir el dolor. Así que volvemos de nuevo a esa idea de congelar nuestro cuerpo, y mientras nuestra respiración empuja desde dentro llena de vida, nosotros desde fuera no le dejamos expresarse, no hay espacio para la vida ni la energía en el exterior, todo ha quedado congelado, rígido y paralizado.
Otra causa, también muy común, es mantenerse enfocado en objetivos. Seguramente te sea fácil identificarte con ello. Se trata de aquellas personas que siempre buscan llegar a una meta específica, o conseguir algo, y todos sus esfuerzos están puestos en ese logro.
Si es tu situación, y prestas atención, podrás notar cómo a menudo estás sosteniendo la respiración, con todo el cuerpo en tensión. A mí me pasa a menudo, estoy tan concentrada en resolver algo, que me olvido de respirar.
Podemos engañarnos a nosotros mismos diciendo que se trata de tareas urgentes, o muy importantes, pero no es así. Bajo esa idea pensamos que no pasa nada por no dar prioridad a nuestra respiración durante unos minutos, que cuando acabemos la tarea podremos relajarnos, pero no solemos hacerlo nunca.
Siempre aparece un nuevo objetivo o problema que resolver, y, al final, esta respiración se convierte en un hábito muy difícil de deshacer.
Porque el problema no es el objetivo en sí mismo, sino de nuevo el miedo que hay tras él. Cuando mantenemos esta actitud en nuestras vidas, y damos tanta importancia a lograr resultados, suele ser por miedo a no ser lo suficientemente buenos, por lo que nos mantenemos demostrándolo continuamente. O puede ser también por miedo a no llegar a nada, a no ser alguien importante.
Sé que es muy difícil, y yo soy la primera que me lo tengo que trabajar, pero no hay nada más importante que tu respiración. El Yoga nos recuerda además que el reconocimiento externo no es quien te va a hacer sentir pleno, sino la conexión contigo mismo, buscando el valor dentro de ti.
No es algo que se pueda comprender, o cambiar de un día para otro, pero si te entrenas en sentir tu respiración, y en hacerla lenta y profunda, no sólo podrás mejorar tu postura y tu salud física, sino también modificar todos esos patrones adquiridos en tu mente.
Cómo corregir el patrón
Si te reconoces respirando de este modo, es muy recomendable que trabajes para soltar y relajar todos los músculos. Te puede servir cualquier ejercicio de estiramiento, como yoga o tai chi, también de baile, especialmente si te da libertad para moverte como tú quieras, y puedes ayudarte igualmente de terapias físicas como masajes.
Lo importante es poder soltar la tensión acumulada en los músculos.
Después, desde esta relajación, debes enfocarte en llevar la respiración hacia fuera, haciéndola más grande. Siente cómo nace en tu interior, y cómo se expande a través de las capas, llegando a lo más externo de tu cuerpo.
Relaja los hombros, los brazos, todos los músculos en el tronco, especialmente en el abdomen, y busca iniciar cada respiración desde el diafragma, creando espacio para que tu respiración se extienda y amplíe.
Y, por último, si te reconoces en la parte de las experiencias traumáticas, y ves que tu respiración no mejora con las prácticas físicas, es importante que encuentres a un buen terapeuta que pueda ayudarte a sanar los aspectos psicológicos.
Meditación: Calentamiento con respiración de fuego
- Para abrir el espacio: siéntate con la espalda recta, coloca las manos en el mudra de plegaria y canta 3 veces Ong Namo Guru Dev Namo.
- Respiración: respiración de fuego.
- Ojos: cerrados y enfocados en el punto del entrecejo.
- Postura 1: sentado con la espalda recta en postura Fácil (Sukhasana), colocas las manos relajadas en gyan mudra sobre las rodillas.
- Postura 2: aún en postura Fácil (Sukhasana), extiendes ambos brazos rectos a los lados, a la altura del hombro, sin doblar los codos y con las palmas de las manos hacia arriba.
- Postura 3: continúa en postura Fácil (Sukhasana), juntando las palmas de las manos en el mudra de plegaria sobre el corazón.
- Tiempo: 3 minutos en cada posición.
- Para terminar: inhala profundo y exhala un total de 3 veces. Después relaja.
- Para cerrar el espacio: recita el Eterno Sol “que el Eterno Sol te ilumine, el amor te rodee y la luz pura interior, guíe tu camino” y canta 3 veces Sat Nam.